lunes, abril 30, 2007

Hola, no me morí.

Estoy bien, gente. Pasa que me mudé y no tengo más baño. Bah, hay un baño donde vivo, pero no es lo mismo... Es chiquito, incómodo y, lo peor de todo, el otro día había una cucaracha. Ya fumigaron todo y se supone que se fueron (ella y sus parientes) para siempre, pero los traumas no se fumigan ni se van tan fácilmente.

Para que se den una idea, el otro día estaba en lo de una amiga que tiene un perro (no sé qué raza es... tipo un Labrador negro, ¿existen? No sé, es más o menos grande). El perro andaba correteando por ahí mientras mi amiga y yo conversábamos. En eso, pasa corriendo por atrás mío y me roza la pierna con su cola. Me RE asusté, salté tres metros y ¿qué fue lo primero que pensé? No pensé "ah, el perro". Pensé "CUCARACHA GIGANTE".

El otro día vi mi propia sombra y pensé "CUCARACHA GIGANTE ATRÁS MIO". Después pensé, en este orden:
1. Adiós, mundo cruel.
2. Soy muy joven para morir.
3. Volveré, aunque sea lo último que haga.
4. Ay, creo que era mi sombra.
5. Uh, cierto que teníamos sombra.
6. Ah y cierto que los insectos gigantes no existen...
7. Kafka y la "!#$"#%$ que te "#%$#"%#$%!!!!!!!!

Por ahí parece serio, pero no lo es tanto. Yo siempre estoy asustada por algo. La semana anterior era el tema del calentamiento global y el fin del mundo. Me caía una gotita de lluvia en la punta de la nariz y yo ya pensaba "TSUNAMI GIGANTE, CORRAN, CORRAN" (y esto no es redundante, porque el tsunami que me imaginé era mucho más grande que los tsunamis comunes y corrientes).

Les prometo que cuando encuentre otra cosa que me traume, que reemplace mi actual cucarachofobia (¿o cucarachafobia?) y pueda volver a estar en paz en el baño, van a tener noticias mías en formato podcast.